LA VIDA BAJO LOS PUENTES

Entre un suéter sucio y un pedazo de tela que sirve de bufanda, resalta un vientre de casi seis meses de embarazo. “Marie”, una afroamericana de no más de 25 años, ha sobrevivido todo ese tiempo bajo un tétrico puente de la carretera 10, cerca del distrito financiero de Los Ángeles.
Nadie le dio un abrazo ni un regalo el Día de la Navidad, y la celebración por la llegada del Año Nuevo también pasó inadvertida para ella y su hijo, arrullado cada noche por el ruido de la transitada autopista. Antes de nacer ha tenido que acostumbrarse a las bajas temperaturas de la ciudad.
“Solo he estado aquí por poco tiempo”, comenta “Marie” mientras pide limosna desde una banqueta de la calle Flower. Ese dinero, dice, le permitirá ir a la clínica para que revisen el progreso de la gestación.
“Me siento bien”, asegura esta mujer, quien terminó en las calles por su adicción a las drogas.
Rodeado por una cerca metálica, el refugio de “Marie” apesta a orines y excremento. No está sola: casas de campaña, bolsas de dormir y carritos de supermercado se observan por los rincones. La distancia que guardan las pertenencias de sus vecinos sugiere que cada quien se rasca con sus propias uñas.
A pesar de que los desamparados en el condado de Los Ángeles disminuyeron un 3% de 2009 a 2011, se elevó la cifra de indigentes que prefieren vivir fuera de los refugios. El último conteo oficial indica que 28,540 personas (63% del total) deambulaban por las calles. Hace dos años representaban el 60%.
Ni el crudo frío los está llevando a los albergues, reconoce Peter Griffith, vocero de la Autoridad de Servicios para Desamparados de Los Ángeles (LAHSA), que del 1 de diciembre al 14 de marzo ofrece casi 1,500 camas en 16 locaciones, como parte del Programa de Refugio en el Invierno (WSP).
“En esta época del año hay mucha preocupación porque pueden morir de hipotermia, pero no los podemos obligar a que vayan a un albergue”, expresó el portavoz a La Opinión.
Las estadíticas de LAHSA muestran que de los casi 13,000 vagabundos fuera de los albergues en este municipio (55% del total, 11% menos comparado con 2009), la mayor parte son adultos solteros, aunque también registraron alrededor de 982 familias en esa situación.
No hay una estadística específica sobre la cantidad de desamparados que habitan bajo las carreteras, aunque se sabe que, después de los parques públicos, son los sitios más concurridos por aquellos que no quieren permanecer en Skid Row, el epicentro de la indigencia en todo el país.
“Decidí estar aquí para tener cerca la estación de policía, es seguro para mí”, cuenta Margaret Gbondo, quien instaló una casa de campaña en una banqueta del bulevar Washington, bajo la autopista 110. A unos pasos del que ha sido su hogar desde hace unas semanas se ubica una comandancia de la Patrulla de Carreteras de California (CHP).
Originaria de Sierra Leona, en la coste oeste de África, Gbondo no ha podido escapar de la adicción al alcohol desde 2007. Hace poco decidió dejar las calles de Fullerton y venir a Los Ángeles. “Pronto voy a mudarme a un apartamento”, comenta esta mujer, de casi 50 años de edad.
Al otro lado del bulevar Washington, John Called apenas si tiene fuerzas para levantar el brazo y pedir unas monedas a los peatones. Él ha convertido un pequeño boquete de un puente de la 110 en su casa. “Es difícil vivir aquí”, menciona este hombre, que luce desaseado y con una larga barba.
De los 51,340 vagabundos contados en este condado en 2011, el 43.7% eran afroamericanos y el 27.7% latinos.
La concejal Jan Perry, en cuyo Distrito 9 habita la mayor cantidad de indigentes del municipio, afirma que su trabajo se ha centrado en ofrecerles servicios médicos y vivienda.
“Durante más de diez años he trabajado en construir una completa continuidad de cuidados para las personas sin hogar”, dijo.
Griffith, por su parte, puntualiza que LAHSA ha hecho lo posible para atender cada caso en particular a través de un equipo de emergencia, ya sea ofrecerles programas de rehabilitación o cuidado sanitario.
“Es un problema difícil, pero estamos haciendo lo necesario para resolverlo”, expresó.
Apasionada de la lectura, Gbondo comenta que dentro de su casa de campaña aún no ha sentido el frío de la soledad. Arriba, el mundo avanza, acelerado e indiferente, sobre miles de vehículos.
“La Navidad la pasé leyendo y voy a seguir leyendo cuando llegue el Año Nuevo”, promete.
‘En esta época del año hay mucha preocupación porque pueden morir de hipotermia, pero no los podemos obligar a que vayan a un albergue’.
Peter Griffith
Vocero de la Autoridad de Servicios para Desamparados de Los Ángeles

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